Fiorella es una joven nicaragüense de 23 años de edad, y vino a México hace año y medio en plan turista a pasar unos cuantos días en tierra nacional; sin embargo, ya estando aquí decidió quedarse un poco más pensando ya en la posibilidad de establecerse de manera permanente, y aunque en realidad ha transcurrido poco tiempo desde entonces, hasta ahora ha tenido suerte y se ha sentido bien.
Vida en Nicaragua
Nació en la ciudad de Jinotega, Nicaragua, conocida como la “ciudad de las brumas” por la densa neblina que adorna sus fantásticos albores, ciudad norteña pródiga en alardes de naturaleza, pletórica de vida y rodeada de panorámicas maravillosas por los cuatro puntos cardinales, y que goza de un clima templado y agradable con que agasaja a sus algo más de 50,000 habitantes.
Ahí el ritmo de vida es muy tranquilo, apacible, aunque para una joven con ambiciones y deseos de destacar no hay muchas oportunidades.
Fiorella emigró junto con su familia a la capital de su país, Managua, más al sur y con un clima notablemente más caliente.
Como capital y ciudad grande ofrece mayores posibilidades en prácticamente todos los aspectos que pueden despertar el entusiasmo de una joven, y aprovechó la coyuntura terminando sus estudios.
Vida en México
Ahí estudió Diseño, y actualmente trabaja para una agencia de publicidad donde ejerce su carrera de diseñadora en condiciones aceptables.
Al principio le tocó enfrentar los comunes choques culturales que todo migrante sufre mientras se aclimata al nuevo ambiente, aunque en su caso no recuerda que le hayan afectado demasiado.
Choques culturales
Sus primeras impresiones fueron positivas: la belleza del entorno, lo amable de la gente, la calidez hacia el turista, el buen trato para el extranjero, y la disposición para ayudar en lo que se requiera.
En ese aspecto dice no encontrar mucha diferencia entre el mexicano y el nicaragüense, ya que ambos son extremadamente alegres y amigables.
Menciona que no estaba habituada a los detalles de amabilidad sobre todo hacia la mujer, y confiesa que le sorprendieron, como la práctica de ceder el paso a la mujer, tratarla con deferencia, ofrecerle el brazo o abrirle la puerta para entrar.
Lo que le gusta de México
De México le gustan muchas cosas, por ejemplo la comida, el clima, la gente y la abundante cantidad de oportunidades para desarrollarse profesionalmente en cualquier actividad.
También le gusta su faceta multicultural, sus diferencias y contrastes, su folklore, la gran variedad de tradiciones, de costumbres, de cocina y de expresiones artísticas.
Por cierto que destaca como su platillo predilecto a los chilaquiles, que prefiere tostados y no los suaves o remojados que se sirven en algunos sitios. También habla de la salsa Valentina, de la que se declara adicta.
Futuro
Aquí es feliz, pero lógicamente extraña a su familia, a sus amigos y a sus perros.
Piensa que México le ha dado mucho y que su breve estancia aquí le ha ayudado a madurar, a tener una visión más amplia de las cosas y a acabar de definir sus ideales y conceptos.
Sus planes a futuro contemplan el seguir viajando para conocer nuevos lugares, otras culturas y otros medios.
Pero de momento toda su atención está enfocada a terminar de adaptarse al medio mexicano, es su prioridad, y si acaso siente otra inquietud ya habrá tiempo para decidir.
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