Natsumi, “Belleza de Verano” en japonés, es una joven talentosa que trata de erigir en arte todo aquello que realiza. Su dedicación hace honor a sus raíces y su sensibilidad suscita y contagia buenas vibraciones a su alrededor.
¿Cómo llegó a México?
Llegó a la ciudad de México hace once años originalmente con la idea de diversificar su preparación estudiando arte, ya que Natsumi es pintora, pero se sintió tan bien aquí que la corta temporada de su plan se fue extendiendo hasta convertirse en años, y por ahora no piensa en regresar.
Mientras estudiaba tuvo que buscar trabajo para mantenerse: colaboró cinco años con una asociación que atiende niños en situación vulnerable, y después sólo los fines de semana en el ramo restaurantero, donde cada día aprendía nuevos detalles que le interesaban.
Nació hace 36 años en Nagasaki, al sur de Japón, localidad con poco más de medio millón de habitantes ubicada en la isla de Kyushu, aunque creció en Osaka, donde emigró junto con su familia.
Tardó mucho tiempo en aprender el español porque le parece muy difícil, hasta que después de largos cinco años al fin se decidió y paulatinamente fue avanzando hasta dominarlo razonablemente bien. Todos los días aprende más, es natural, y por el momento se siente satisfecha en ese aspecto.
Considera al mexicano muy amable y amistoso con el extranjero, cálido, cordial y dispuesto a ayudar a quien lo necesite. Ha hecho amigos que ya estima como si fueran familiares. Eso le agradó desde un principio y colaboró en su adaptación, y dice que para un japonés es fácil radicar aquí.
El restaurante donde trabajaba en la ciudad de México decidió hace más o menos ocho meses inaugurar una sucursal en Oaxaca, y Natsumi fue elegida para participar en el proyecto como jefa dirigiendo a los empleados y supervisando el funcionamiento general del establecimiento, una especie de gerente nominal, y hasta el momento está muy ilusionada porque todo marcha bien. Ha funcionado y espera acreditar definitivamente el negocio en un lapso de tres años.
Vivir en Oaxaca
Se ha adaptado perfectamente bien a la tranquila y provinciana vida de Oaxaca. Le gusta la naturaleza, el cielo limpio salpicado de estrellas en las noches, sentir la proximidad y el olor del bosque, tener flores en su casa, y también le gustan los gatos por supuesto, que la divierten y acompañan cuando vuelve. Tiene dos: Kurosawa y Pochote.
De Oaxaca le gusta mucho la cocina, en especial el mole y los tacos de barbacoa, y admira la manufactura artesanal.
De Japón extraña sobre todo a su familia, y al pensar en ellos recuerda algunas particularidades de su patria. Por ejemplo que es un país muy limpio y ordenado, la tradición de quitarse los zapatos al llegar a casa o al ir de visita a otra, lo exclusivo de las fiestas a las que no se asiste si no se está invitado y donde no se baila, el gran consumo de pescado en la comida y algunas otras más.
En Japón la educación es de buen nivel; desde que los niños cursan los primeros años, lo que se conoce como “básico” se les enseña muchas cosas prácticas, como a limpiar, a servir la comida y a trabajar en equipo.
Una desventaja de su estancia en México que la entristece es que aun con tantos años no puede considerarse mexicana. A veces se le olvida que es una extranjera.